Quisiera explicar por qué Cataluña será un Estado independiente en los próximos años. Joan Ortiz i Serra
Hoy es 1 de octubre y quisiera explicar por qué Cataluña será un Estado independiente en los próximos años. Y por qué motivo hay que dirigir la atención a tal fin. No hablaré de política, si no de consciencia en expansión. Me explico.
Toda organización territorial es un organismo vivo. En movimiento. Vibrante. Sometido a las leyes de los ciclos que implican permanente cambio y transformación a través del tiempo. Y que progresan gracias a un impulso evolutivo.
Esto incluye regiones, continentes, países, autonomías, departamentos, provincias, comarcas o municipios. La historia, a través de cambiantes mapas, lo corrobora. Hoy, podemos afirmar que estamos mejor que ayer y que hace cien o mil años.
El proceso de emancipación nacional que atañe a la cuestión catalana no se escapa ni de las leyes de cambio y transformación ni de esa fuerza evolutiva que las impulsa. Además ¿alguien de verdad cree que España permanecerá territorialmente inalterable para siempre?
Nada ni nadie permanece inalterable para siempre.
Así pues, allá donde unos hablan de ruptura o secesión política, hay un movimiento que responde a las necesidades evolutivas de aquellos a quienes afecta, directa o indirectamente, el proceso. Y eso es, principalmente, catalanes y españoles pero también europeos.
La fuerza evolutiva siempre empuja a los seres humanos a crecer en consciencia. A abandonar la manera en como éramos antes para abrazar una nueva forma de ser. Que con el tiempo, también será reemplazada por otra de mejor. También pasa con las organizaciones territoriales.
Desde hace unos cuantos años, Cataluña refleja estar en este camino. Así que el proceso político del que estamos siendo testigos no es otra cosa que el intento de dar salida a este empuje evolutivo. Con sus fuerzas favorables y sus fuerzas de resistencia.
En todo cambio, hay resistencia. Y precisamente por este motivo, considero que es importante dar apoyo al cambio: porque supone, a mi modo de ver, ponerse del lado de lo evolutivo. Del crecimiento en consciencia.
Ese impulso evolutivo siempre acaba imponiéndose. Y a quien se resiste, le pasa por encima. Así que obstaculizar el cambio es, por lo menos, poco práctico. Y además implica mucho sufrimiento.
Los tiempos indican que ha llegado el momento de romper cadenas con antiguas formas caducas de gobernarse. Y dar paso a un nuevo modelo que se base en las rectas relaciones entre seres humanos y su entorno.
La independencia responde a méritos propios pero también a necesidades evolutivas de Cataluña y de España.
Si Cataluña tuviera que nacer como un país más basado en un modelo anticuado, no recibiría el empuje evolutivo que recibe hoy. No hay cambio verdadero sin mejora.
La cuestión catalana no es en esencia identitaria. A nadie se le cuestionará su identidad. Cada cual podrá seguir sintiéndose del país que quiera. Nadie juega con las emociones.
Es el momento de Cataluña. Un momento de madurez en su camino, que no es ni más avanzado ni más atrasado que el camino de cualquier otro estado. Así que lo que está en juego no es la ruptura de un país. Si no el nacimiento de otro.
Hay que trabajar para que los catalanes puedan representarse ante el mundo como pueblo y nación que son. Sólo así podrán aportar a la Comunidad Internacional sus mejores cualidades. Y ser expresión de este impulso de consciencia.
Pero también es el momento para la transformación de España. La monarquía o la justicia son prueba de esa necesidad. Es imprescindible que la ciudadanía española cambie la podredumbre de un sistema político y judicial corrompido.
De que la ética recupere las instituciones, de que se devuelva la dignidad robada a tantos ciudadanos a través de la mentira y de que se aísle la mentalidad nacionalista de tiempos pretéritos.
Sólo una verdadera debacle conseguirá tal fin. Y esa debacle es la destrucción de la concepción que España tiene de sí misma. Una concepción artificiosa que le impide llegar a su esencia y sacar lo mejor de ella.
En este sentido, la independencia de Cataluña puede ser fundamental. Aunque sea causa de gran sufrimiento para muchos, le dará a España un empuje evolutivo, con el tiempo, sin precedentes.
Así pues, el proceso político que vemos no es más que el reflejo de lo que se está cociendo de fondo: un impulso de consciencia. Y eso debe ayudarnos a verlo desapegadamente (cosa a veces difícil), sobretodo cuando hay manipulaciones emocionales creadas con ánimo destructivo.
Los vaivenes políticos, los giros judiciales, las corrientes de pensamiento a veces promovidas con finalidades perversas, forman parte del proceso. Pero no por ello debemos abstenernos de participar en él, pues a todos nos afecta.
Son muchos quienes dicen pasar de política. No deberían. Todos debemos posicionarnos. Nos incumbe. Sería un error de separatividad no hacerlo. Además, detrás hay conceptos que tienen que ver con nuestro crecimiento como seres humanos.
Este es el motivo por el que creo que, como seres inevitablemente políticos que somos, debemos posicionarnos a favor de todo aquel proceso que exprese evolución y expansión de consciencia.
El tiempo nos apremia y todavía hay muchas revoluciones por hacer.
[spacer height=”20px”]Col·laborador de teleSUR des de Barcelona, Catalunya.
https://twitter.com/JoanteleSUR/status/1311584663421489152?s=20